Como cuestión previa, decir primero que una arroba son 16 litros de vino, algunos la llaman también una catara, y se divide en 4 cuartillas de 4 litros, o 8 azumbres de 2 litros, una arroba de uvas son 11 kilos y para sacar una arroba de vino hacen falta 2 arrobas de uvas.
En Vildé había 5 lagares, en cada lagar se cogía hasta 2000 arrobas ó mas, los lagares estuvieron funcionando hasta la década de los 60, en donde se empiezan a construir lagaretas, y poco a poco los lagares dejan de funcionar, se venden las vigas, después amenazan ruina y finalmente desaparecen, en la actualidad solo queda uno.
En la época de los lagares se vendimiaba la uva en “cestos”, luego se echaba en “cuévanos”, dos de estos era una “carga” que equivale a 5 arrobas de vino, la entrada al lagar se hacía en “potes” que equivale a 5,5 arrobas de vino cuando estaba lleno, pero lo que se echaba al lagar, se pesaba con una gran romana, “arromanador” era la persona que se contrataba por un tanto (normalmente el herrero), que al no tener viñas podía desempeñar esta función perfectamente, cuando a la gente le faltaba algo de vino para llenar el cubaje, se iba a rebuscar por las viñas.
En la primera mitad del siglo XX, y antes seguramente que también, en las juntas de pueblo, que se anunciaba con repique de campanas, se bebía vino, algunas se realizaban expresamente para beber vino y se bebía con taza, allí se bebía mucho vino, pero mucho, a mí me sorprendió mucho cuando alguien, puede apostar algo a que se bebe una cuartilla de un trago, y si se pierde la apuesta es porque se caen unas gotas al suelo.
Unos de los recuerdos más entrañables, es cuando se iniciaba la vendimia, que todo el pueblo estaba en la plaza con caballerías, carros, y algún tractor esperando que repiquen las campanas, dando inicio oficial a la vendimia, e iniciándose una procesión con destino a las viñas. Antes de este momento, nadie podía andar por las zonas de viñedos, desde que a primeros de agosto, cuando empiezan a pintar las uvas, se levantaba una choza, en el paraje “el morro la choza”, y desde ese momento los guardas de las viñas, vigilaban que nadie estuviera merodeando estos parajes, con multas y toque de campanas cuando alguien era pillado en dichas zonas.
Cuando se sacaba el mosto de los lagares, con pellejas para llevarlo a las bodegas, los mozos corrían detrás de las mozas, con intención de untarlas de mosto principalmente en la cara, se repartía en tres tandas en primer lugar la flor del vino, ó “lo primero” que es el mosto que sale de las uvas solo pisadas, en segundo lugar “la prensa”, y al final “lo último”, que es el mosto que sale después de poner la prensa y hacer cortes al orujo. Cuando ya no salía ningún líquido, y al menos en los años 20 se llevaba el orujo a un alambique, que estaba en el paraje “el alambique”, donde se destilaba para sacar lo que llamaban aguardiente, y que se repartía en proporción al orujo aportado a tal fin, recuerdo que mi abuelo me contaba que lo primero salía hasta 70º de alcohol. Era costumbre de las gentes del lugar, tomar una copita por la mañana que algunos lo llamaban “las campanillas”, dependiendo de la cantidad que se tenía se tomaba en las fiestas o días señalados, los domingos y si alguno podía a diario. En los años sesenta y setenta que ya no existía el alambique, venía un camión de Aranda de Duero, que recogía el orujo y al cabo de unos meses volvía al pueblo con unas grandes cubas llenas de aguardiente dulce y seco, dependiendo de los kilos de orujo que habías entregado, así daban (gratis) los litros de aguardiente que te correspondían, pudiendo comprar más para el consumo del año.
A este pueblo, y desde otros pueblos donde no había viñas venían a comprar vino justo antes del verano, caravanas de machos guiados por sus dueños, pasaban por varias bodegas probando el vino, que al final compraban en las peores circunstancias, después del vino que transportaban en las barrigas, y al final con la carga en las “aguaderas” que transportaban los machos y mulas, mas todo lo que habían podido ingerir en sus adentros, regresaban a sus pueblo. Una vez hace muchos años un abuelo de Torrevicente me relataba estas historias añorando sus años de juventud, andaban unos 30 kilómetros, unas cinco horas andando que podrían ser más a la vuelta, donde las visitas a las bodegas y el probar de los vinos hacia mella en el camino, pero eso sí con mucho gusto se realizaba esta dura jornada cargada de alegría, porque el abuelo éste me decía que la gente estaba más alegre que ahora, cantábamos en el camino, en la calle, en las casas y hasta sin vino cantábamos, buen pueblo me repetía, buena gente y como no buenos gaiteros. Cuando uno anda por 50 km a la redonda de Vildé la sensación de los abuelos es el recuerdo de “los gaiteros de Vildé” y del vino de Vildé, buen vino.
El vino típico de Vildé, es un vino clarete que proviene de uvas negras y blancas más o menos a partes iguales, con fermentación espontánea y curación junto a sus lías en barricas de madera que en Vildé se llama “cubeto”, con la boca abierta, tapada con una tabla y solamente se cerraba la boca cuando “se echaba” el cubeto, que esto es tapar con barro la boca del cubeto dejando un pequeño orificio para la entrada de aire, este vino que carecía de sulfitos no duraba más del año y el grado de acidez (no de avinagrado) siempre era un poco alto. Y hablando de vinagre en Vildé siempre ha existido y existe un buen vinagre, natural y en algunos casos con una “madre” de más de 100 años.
Una bodega es una cueva que está compuesta por un “cañón” o pasillo central de 8 a 12 metros de longitud, en su inicio hay de 12 a 20 escalones de bajada y continua con un pasillo, que da acceso a 2 ó 3 habitaciones o huecos, donde descansan los cubetos sobre unos maderos llamados “marranos” en este pueblo. En Vildé tengo localizadas 125 bodegas de este tipo, repartidas en parajes como “el batán”, “charcón”, “las tiñerías”, “la cuesta”,etc. y alguna más que están en las mismas casas del pueblo.
Y como no, hacer hincapié en un recuerdo muy especial, las meriendas en las bodegas, que hoy en día se siguen realizando, con menos frecuencia, fundamentalmente porque los coches, nos dan movilidad para acercarnos a otros pueblos. Durante la mayor parte del siglo XX en las bodegas se han degustado las mejores parrilladas de chuletas, panceta, costilla de cerdo, truchas, ese chorizo al diablo, y en alguna época algún gato guisado y siempre bien regado con vino de Vildé.
Por cierto para el que no lo sepa, decir que un vino clarete proviene de uvas blancas y negras y un vino rosado proviene de uvas negras que ha estado pocas horas en contacto con el hollejo.
Una historia curiosa de mi bodega.
“El 31 de mayo de 1906, murieron en Madrid 28 personas en la calle Mayor por la bomba que lanzó un anarquista contra la carroza de Alfonso XIII . Este atentado contra Alfonso XIII tiene el triste honor de ser el, por el número de muertos, el tercer hecho más trágico de la historia de Madrid. Ese día iba a ser una jornada de alegría y fiesta, ya que en la iglesia de los Jerónimos se iba a celebrar la boda del rey con la princesa Victoria Eugenia de Battemberg. Madrid estaba engalanada para la ocasión y los madrileños se echaron a las calles para ver a la joven pareja.”, esta es la noticia de la boda de Alfonso XIII y en este triste atentado se encontraba alguien de Vildé el” tío Nicéforo”, el cual resulto herido, quedándole secuelas, por las cuales tendría algún tipo de indemnización, resumiendo, volvieron a Vildé y como no tenían nada compraron entre otras cosas la bodega de mi abuelo por 25 pesetas (para los jóvenes 0,15 €), era una bodega húmeda, con cañón empinado y enclavada en la falda de una pequeña montaña, pues bien el “tío Nicéforo” pico la parte superior de la bodega y la convirtió en una bodega llana, sin escaleras y sana de humedades, al cabo de unos años murió el “tío Nicéforo” y al no dejar pensión a su mujer la “tía Isabelilla”, ésta tuvo que ir vendiendo las pocas posesiones que tenían, mi abuelo como antiguo dueño le recompró la bodega por 50 pesetas (para los jóvenes 30 céntimos de euro) y como esto no es un cuento sino una historia real los viejos de aquella época que no tenían hijos lo pasaban muy mal, muy mal, subsistiendo gracias a la caridad de sus vecinos, rebuscando patatas en los huertos después de que el dueño las cogiese y pasando mil calamidades.
Con cariño
Juan José Cardenal
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Muy interesante no conocia esta historia tan curiosa
Agradezco al escritor de la historia la información facilitada, que me abre una puerta a la curiosidad y al recuerdo… yo ya bebí vino de Vildé cuando tenía unos 6 años (eran otros tiempos), hará otros 56 años de aquello, en casa de mis abuelos Nicolás y Valentina, cuya bodega estaba justo enfrente, en el talud que el propio terreno generaba…